martes, 20 de mayo de 2008

Madres de temporada

 
bienestar social
María cuida desde hace tres años de dos pequeñas de 11 y 12 años. Es consciente de que su tarea puede finalizar si su madre, que está en la cárcel por drogas, es capaz de hacerse cargo de las niñas
MATUCHA GARCÍA. MÁLAGA María, de 54 años, es la madre de acogida de dos hermanas de 12 y 11 años. Hace ya tres años que estas pequeñas han logrado dejar atrás las "pesadillas" y el sufrimiento causado por una familia desestructurada.
La madre biológica está en la cárcel por un tema relacionado con las drogas y su padre falleció de sobredosis cuando eran pequeñas. Son del barrio de La Palmilla y han conocido un mundo de fiesta y jolgorio en torno a una "candela".
Al principio les llamaba la atención que todo el mundo trabajase en el nuevo mundo que les ofrecía María (nombre ficticio para proteger a las menores). Es la tercera ocasión en la que su madre ingresa en prisión. Han pasado años de continuas idas y venidas, residiendo con su abuela e incluso con una tía para pasar a un centro de acogida durante dos años y finalmente a manos de esta malagueña de 54 años, formando un hogar.
"Cuando vinieron a casa estaban enfermas. La mayor trajo una ameba en el intestino a causa de ingerir comida con agua que no estaba en buen estado. Además, estaban sin escolarizar. Han salido incluso a vender drogas a medianoche. Lo sé porque ellas me lo han contado", dice.
Un nuevo camino. Ahora protagonizan una vida normalizada. "No sabían restar, escribir ni leer con fluidez y ahora sacan su curso muy bien, aunque llevan un año de retraso. Las niñas han encajado a la perfección con mis sobrinos y mi familia en general", declara.
María es consciente de que tiene a las pequeñas tan sólo en acogida, pero no piensa en el futuro. "Ellas tienen a su madre y yo soy consciente de ello. Si tienen que volver, volverán. No me planteo nada, sólo que las quiero muchísimo y quiero lo mejor para ellas. Desde luego no me importaría que permaneciesen conmigo. Pienso que más que las quiero yo no las puede querer nadie. Igual sí, pero más que yo no", sentencia.
Nunca le ha pesado su decisión, aunque a veces se para a pensar y toma conciencia de la responsabilidad "tan grande" que está afrontando. "Tengo la posibilidad de hacerles ver que hay otro mundo y que ellas elijan en el futuro lo que consideren", reseña.
María llegó a la asociación Hogar Abierto, que gestiona estas acogidas, a través de una amiga. Había compartido una experiencia similar con un niño saharaui y había sido muy satisfactoria. "En principio quería sólo un niño o una niña, pero cuando me llamaron y me dijeron que eran dos hermanas no pude decir que no. Dije, pongo una litera y nos achuchamos", rememora.
Desde ese día, hace tres años, todo han sido satisfacciones . "Ellas van a ver a su madre a la cárcel. La relación es difícil pero yo les digo que es su madre y que si tienen que volver la querrán", afirma. María no piensa en el futuro, sólo en el presente y en darles la mejor vida a estas pequeñas mientras residan bajo su techo. "Cuando llegaron se caían de la cama por las pesadillas, ahora están tranquilas", concluye.

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